Después de las vacaciones suelen aumentar los divorcios. ¿Qué nos pasa? Pasa que nos encontramos con la realidad. Con uno/a que no conocemos y tenemos que estar juntos. No toleramos la presencia de la pareja, ni de los hijos ya que durante el año no nos vemos casi y a los niños tampoco porque los tenemos en la escuela o bien en extraescolares, muy ocupados.
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Desde la Biografía Humana vemos que, en general, los acuerdos de pareja se sostienen por inercia, y cuando viene la convivencia intensa se hacen patentes las diferencias que hay.
Ponemos una metáfora, si cuando nos emparejamos compramos un gato no esperemos que sea un león o bien despliegue sus plumas como un pavo real.
Al no indagarnos, tomamos decisiones de formar pareja en épocas de gran inmadurez emocional.
Luego esas decisiones nos traen consecuencias nefastas sobre nuestro futuro.
Al elegir pareja lo hacemos sin conciencia, con más fantasías que razones fundadas en la realidad. Muy infantiles.
No tenemos ni idea de quién es el otro, qué le sucede, qué desea, qué nos ofrece. Y cuando nos hemos emparejado no han existido los más mínimos acuerdos sobre nada.
No nos hemos conocido, hablado, contado nuestros gustos y preferencias. Ni hemos compartido momentos felices, ilusiones, sueños y alegrías. No sabemos ni nuestros miedos, ni nuestros secretos.
Así nos emparejamos sin saber QUIENES SOMOS Y MUCHO MENOS QUIEN ES EL OTRO.
Entonces cuando el gato hará de gato nos parecerá inadmisible Y cuando nos arañará será espantoso. Y cuando salte será el colmo. Entonces sentimos que la vida es injusta.
Y todo eso viene de no conocernos y de pensar que los culpables están fuera, de que no somos responsables de lo que generamos, ni tenemos nada para cambiar o comprender. Quizás llegue el tiempo de preguntarnos quienes somos, con que contamos que tenemos para ofrecer y que es lo que el otro necesita. Tiempo de dar amor al otro incondicionalmente.
Los niños como rehenes de los divorcios.
Los niños son los grandes perjudicado ya que los utilizamos y quedan a merced de las disputas de unos y otros. En nuestros divorcios no pasa nada que no pasara anteriormente en la pareja, si nos preocupaba el dinero, vamos a pelear por eso, y los niños quedaran en segundo plano. Suele ser así. Primero dinero, luego los niños. Lo que no hemos sido capaces de generar en la pareja pretendemos ganarlo en el divorcio. Y eso es imposible. Ahí vienen las grandes guerras. Pero también en los casos de divorcios tranquilos y buenos se manifiesta lo que no había antes. La pareja estaba muerta y por tanto el divorcio es tranquilo porque cada uno tiene su vida. En los divorcios quienes no llegan a buenos acuerdos de dinero, tampoco llegan a buenos acuerdos respecto al cuidado y la crianza de los niños. Durante el divorcio no sucede nada diferente de lo que pasaba cuando la pareja funcionaba. Tendremos que aceptar que lo que no fue posible solucionar dentro va a ser imposible solucionarlo fuera. Pero apuntamos al otro como causa de nuestros males. El final de una relación suele sacar lo peor de nosotros mismos.
Estas épocas de quiebre son buenas para observarnos con honestidad y reconocer cuanto hemos aportado al sufrimiento de la pareja, la falta de mirada, el descredito, el desprecio o el desamor.
Peleamos por lo que no estamos dispuestos a perder que es todo lo que teníamos antes pero el divorcio es la manifestación de la pérdida. Son tiempos de duelo y de silencio para quien quiera indagar.
Si nuestros hijos nos importan y no los usamos de rehenes desearemos que nuestra ex pareja tenga una buena compañía. Porque le permitirá hacerse cargo de los hijos de un modo más pleno. Ya que mientras peleamos porque esté de nuestro bando, el niño sufre perdido en su soledad y porque no quiere estar sólo de parte de uno de los dos padres. ¿Quién lo observa, lo mira, se preocupa por él, lo acompaña en estas situaciones?. Normalmente nadie, puesto que solo importan los sufrimientos de los mayores en sus litigios por el divorcio.