Muy buenas a todo el mundo y bienvenidas a nuestro podcast, en el que cada episodio sacamos algo en claro de nuestro ser esencial, gracias a la metodología de la Biografía Humana. Esperamos que os guste esta charla. Muchas gracias por vuestras valoraciones de 5 estrellas en iTunes, por vuestros Me Gusta en Ivoox, y por compartirlo en redes sociales, whatsapp…, y especialmente por estar ahí, al otro lado, haciéndonos compañía.
Hoy dedicamos el Podcast al poder del discurso materno, al poder que han tenido las palabras de nuestras madres o cuidadores en nuestras vidas. ¿Qué palabras hemos escuchado cuando fuimos niños?; ¿Qué palabras nunca escuchamos decir a nuestras madres?; ¿Qué es lo que hemos escuchado diferente a lo que sentíamos?
Aunque tengamos pocos recuerdos, solemos recordar fácilmente comentarios, palabras o apodos que nos decían nuestros padres. “Este niño es un consentido…esta niña es muy buena…mi niño es amoroso…mi niña es un terremoto…Paquito es muy vago…Felipe es terrible…”. Y la mayoría de las veces este discurso empieza ya antes de nacer, en el vientre materno, mama ya dicta si somos tranquilos, tiranos, dormilones o terremotos.
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Todo lo que fue nombrado en nuestras infancias está en nuestra parte consciente y todo lo que jamás fue nombrado está en nuestro inconsciente.
¿Por qué son tan importantes estas palabras?
Porque nuestra consciencia se construye con las palabras. Cuando somos pequeños y estamos desarrollando nuestro lenguaje, tomamos prestadas las palabras que nos dicen nuestra mamá o nuestro cuidador. Esos adultos que tienen un vinculo especial con nosotros nos describen el entorno desde su propia mirada, teñida del color que suelen ver el mundo y ese es el discurso que incorporamos para traducir el mundo que vemos y poco a poco ir construyendo nuestra psique/consciencia.
Laura Gutman utiliza la metáfora del baúl de los disfraces para explicar el discurso materno. A cada hijo le atribuimos un disfraz – la caperucita roja, el lobo, el caballero valiente, la mariposa, el dragón, la hormiga… Con esos disfraces seguimos por la vida, son nuestro personaje, basados siempre en lo que mamá dijo sobre mí, desde su visión y interpretación adulta.
Como adultos solemos interpretar las reacciones de nuestros hijos, en lugar de observar y entender lo que les pasa desde su lugar infantil, pero para esto es necesario que tengamos siempre presentes aquella niña que hemos sido. Cuando interpretamos desde el lugar de adultos, entonces nos salen comentarios como: “tienes celos de tu hermana”; “le estando saliendo los dientes”; “este niño necesita limites”; “es una rabieta de niño mimado”, “Lo tienes muy consentido”, etc.
En el fondo son interpretaciones adultas para nuestra conveniencia. ¿Qué es lo nos piden nuestros hijos? ¿Lo sabemos realmente?
A través del ejemplo de Felipe, Montse nos ayuda a ilustrar lo que pasa cuando un niño nos pide nuestra mirada y atención. Que al final terminamos castigándole y apartándole más de nuestros territorios emocionales, justo lo contrario de lo que nos pide el niño.
Jordi el director del magazine de Radio Barberà, nos trae la reflexión externa de “¡qué mal lo hemos hecho y lo mal que lo estamos haciendo! Esto es terrible!” Al final los niños lo que hacen es reclamar la atención de sus padres a través de sus comportamientos. No hay que olvidar que los pedidos de los niños son desplazados en el tiempo y en el espacio. Jordi nos dice que “entonces para entender las peticiones que nos hacen nuestros hijos, hay que leer entrelineas. Y para leer entrelineas, el adulto tiene que irse a su niñez para entender lo que le ha faltado, para poder responder mejor a nuestros hijos y entender sus códigos….Qué complicado es todo esto….y en realidad estamos todos muy equivocados!”
Tenemos siempre la opción, elegida por muchos, de ignorar al niño y a lo que le pasa, y por miedo a crear “hijos tiranos”; les dejamos de comprender, de preguntarles lo que les pasa.
Pero el “quid” de la cuestión es que yo no entiendo lo que me pide mi hija!
Sin embargo, hay que enfatizar que no estamos defendiendo que tengamos que satisfacer todos los pedidos de nuestros hijos, sino que simplemente debemos ponernos en el lugar de nuestros hijos, para entender lo que les pasa desde su perspectiva e intentar poner palabras a lo que ellos está sintiendo, aunque no nos satisfaga su pedido. Podemos siempre decir “entiendo que para ti es importante este objeto o este evento, y estás muy enfadado conmigo, pero hoy no podemos hacerlo o mama no te lo puede comprar, lo siento” y seguir acompañando el enfado o expresión de llanto que salga, tolerando que nuestros hijos tienen el derecho a enfadarse o a entristecerse con nosotros. Pero hemos visto en otros programas de “La Biografía Humana” que para poder tolerar este “estar” con nuestros hijos, hay que revisar nuestra propia infancia, porque si a mí nunca me permitieron un enfado, ¿Cómo lo voy a permitir a mi hija?
Jordi resalta que esto también deriva de la tendencia que tenemos todos los adultos de subir los niños al mundo adulto y “adultizarlos” tempranamente. De esperar que actúen como adultos y no como los niños que son y que les toca.
Y cuando estos niños empujados a la adultez llegan a padres, siguen siendo niños a nivel emocional. Entonces tenemos “niños contra niños!” Nuestro hijo se convierte en nuestro enemigo.
Leer entre líneas significa que yo como adulto tengo la madurez de no ponerme a la altura de mi hijo, pero sí desde mi lugar adulto con más recursos emocionales, pongo palabras a lo que él está sintiendo. Y esto de poner palabras a veces no tarda más que 5’. Esto es lo que nos cuesta mucho a todos. Y luego decimos: “yo no tuve esto y mira que bien estoy, yo ya lo pasé de niño y no pasa nada”. Y seguimos creando a adultos que son en el fondo niños a nivel emocional, sin ningún recurso emocional para poder amar incondicionalmente.
Magda nos trae también la importancia del discurso que no es hablado, de todo lo que es “no dicho”, ni nombrado. Por ejemplo los abusos sexuales. ¿Quien nombra que un niño está siendo abusado? Nadie lo nombra.
Es tabú en nuestra sociedad, queda en lo no hablado, pero sucede mucho, y el niño no entiende nada. Mama mira al otro lado y no pone palabras. Todos hacen como que no existe y como no hay palabras para que el niño pueda organizar en la consciencia, queda en el inconsciente, en la piel.
Los que abusan han sido abusados de niños, el único amor que recibieron en ese formato, luego lo perpetuán como el único formato de amor que saben dar.
“Si hay cosas menos perversas que ya te marcan, entonces esto es horroroso para la vivencia infantil”, nos comenta Jordi.
Emerge la necesidad de dedicar un programa al abuso sexual infantil, cosa que haremos en el futuro.
De momento el próximo Podcast será sobre los personajes que creamos de adultos para sobrevivir a nuestro sufrimiento infantil.
Película “Mustang” año 2015.