Hasna Aitboulahcen era una de los yihadistas de los atentados de Paris de este 14 de noviembre de 2015. Los servicios de inteligencia la tenían vigilada por su radicalización, su relación con el presunto planificador, Abbaoud, y su implicación en el tráfico de estupefacientes. Huyó del lugar de los atentados y se refugió en el piso franco de los yihadistas. Allí fue dónde la encontraron y la acribillaron a balazos. Hasta aquí, lo que se ha podido ver y oir en los medios. Pero es algo más profundo…
Este fue el fin de una vida vacía de amor materno, que Hasna desde bien pequeña intentó llenar con sucedáneos, cómo la droga o el alcohol, hasta que llegó al fanatismo religioso. Hasna venía de una familia desestructurada. Fue objeto de malos tratos y a los 8 años los servicios sociales la llevaron con una familia de acogida, de la que escapó a los 15. Ya desde que nació estaba fuera del mapa, era una cuestión de tiempo, que saliera de este mundo donde siempre sintió que no pertenecía, porque mamá la expulsó del territorio materno.
¿Que buscaba Hasna en el yihadismo, si no era religiosa? Lo que todos vamos buscando…un lugar de pertenencia. Alguien qué le dijera: «Aquí tienes cabida. Si haces lo que te decimos, tendrás un lugar entre nosotros». Nada más y nada menos que «ser aceptada». Estos son los estragos del desamparo que viven muchos niños en la infancia. Una madre ausente en el mejor de los casos, que abandona emocionalmente a sus hijos, que quedan desestructurados, frágiles, vulnerables y a merced de los depredadores, que los «usan» para sus propios fines, a costa de sus vidas. Estos niños van acumulando una rábia latente que luego acaba explotando en cualquier sala de fiestas, de París o en cualquier parte del mundo.
Este es el gran desastre, un ejercito de niños desamparados en la infancia, que salen a la vida a matar o morir porque tienen la vivencia real de que el mundo es hostil y esto es un «sálvese quien pueda». ¿Quien es responsable de estas atrocidades? Miremos un poco con ojos más abiertos a los mecanismos de esta nuestra sociedad para crear guerreros, auto-inmolados y abatidos que llevar a sus guerras.
Y todo empieza mucho más dentro de lo que todos pensamos….en la intimidad del hogar, en el inestimable poder de las mujeres para cambiar este mundo, a través de una crianza amorosa a nuestros hijos. Poder enseñarlos a vincularse en el amor y no en la guerra, para que el día de mañana sean seres amorosos y no salgan al mundo a matar o morir. Porque el cambio es de lo individual a lo colectivo, y no al contrario, a través de un trabajo honesto con lo que realmente somos y qué podemos hacer para trabajar a favor, de uno mismo y del prójimo, sea quien sea.
Pero para eso, tendríamos primero que poder revisar la violencia que habita en cada uno de nosotros.
Gloria dice
Alto y claro, querida Montse, con nombres y apellidos, sin miedo, con amor, ampliando mirada para poder ver más allá. Todas ésas y muchas más puertas abres con estas palabras y sobre todo, con estas ideas. Gracias, Hermana ♥
Anónimo dice
Amén Montse. Me encanta qué bien te espresas ante este tema con amplitud de mirada. Un beso