Laura Gutman nos trae una nueva perspectiva de violencia a través de la Biografía Humana. Nos hace reflexionar que ni siempre la violencia es solo la que vemos, la más activa y física, también hay violencias mucho más sutiles que no se ven tan bien y que la sociedad no juzga y las personas no detectan.
mueve el móvil o desplaza la pantalla con el dedo o ratón
pulsa aquí si tienes dificultades para escuchar con tu móvil
Hay 4 arquetipos de violencia: la violencia activa, la hacia fuera, la de destruir o matar el otro; la violencia pasiva de las víctimas; la violencia de autodestrucción y de las enfermedades y, la de las adicciones.
La violencia existe cuando no poden coexistir 2 deseos en simultaneo, el mío y el del otro, entonces o impongo mi deseo al otro o me someto al deseo del otro. Estamos todos en uno de estos 4 tipos o en más de uno.
La violencia empieza cuando nace el bebe. Todos nacemos amorosos y buenos. Los partos son violentos. Solo nacer ya es un acto violento, si es intervenido. Luego cuando hacemos esperar el bebe, le negamos las satisfacción de sus necesidades de contacto permanente. El bebe siente el mundo hostil por primera vez y así reacciona a este sentir, siente que tiene de defenderse, como ejemplo morder, pegar a otros niños, etc. A partir de aquí empieza la rueda de la violencia.
Como adultos no entendemos a que reacciona este bebe, porque no vemos el desamparo que le provocamos, porque desde nuestro lugar adulto esto no es desamparo, ni hostilidad. Hay que imaginarse como un bebe, ponerse en el lugar de nuestras criaturas.
La rueda de violencia empieza cuando nuestro bebe llora desesperadamente por las noches, nos desbordamos y no somos capaces de tolerar el llanto, porque nos lleva a nuestra propia infancia. Ahí, nos cerramos en el wáter y salimos un rato al balcón para respirar y dejamos a nuestro bebe solo en la cuna llorando. Si esto se repite cada día, el niño se queda con esta hostilidad dentro y lo va expresar más tarde.
Cuando un niño reacciona a una hostilidad externa, los adultos interpretamos erróneamente su comportamiento. Empezamos a etiquetar el niño como agresivo, malo, consentido, etc. Lo solucionamos con estrategias como la “silla de pensar”, lo castigamos, lo ignoramos, le quitamos los juguetes o los tiempos de juego y placer, o bien le damos “chuches”, en lugar de intentar escucharlo y comprender que es lo que nos pide de verdad.
¿Como entendemos cual es el momento en que empezamos a ejercer violencia no visible sobre nuestros hijos? En el momento que nos sentimos desbordados, que gritamos, que pegamos, que ignoramos, que huimos, que abandonamos las situaciones, en el momento que pensamos “este niño o bebe me está tomando el pelo”, está muy consentido, que nos está manipulando, que no va conseguir lo que quiere. En este momento debemos de poner en pausa la película, en el momento en que muchas veces sentimos que nuestros hijos son nuestros enemigos. Paramos la película, respiramos y nos llenamos de tolerancia y comprensión, para entender donde empezó todo, cual es el pedido desplazado.
Los “diagnósticos” de “niños de alta demanda” nos vienen como el anillo al dedo, para justificar nuestras respuestas de adultos y para aliviar nuestra culpa y responsabilidad en la agresividad y violencia de nuestros hijos.
Aquí es donde ponemos nuestras necesidades se quedan por encima de las de nuestros hijos. En la verdad, nosotros adultos, ofrecemos lo que podemos y queremos, en el momento que nos va bien y no lo que pide el niño en sus ritmos. Damos mucha prioridad a otras actividades diarias en detrimento de las demandas de afecto y atención que nos hacen nuestros hijos cada día.
Aquí es momento de reflexionar ¿Es el niño que nos pide mucho o es que nosotras no podemos dar más? ¿Al final tenemos niños de alta demanda o mamas de baja tolerancia?