Antes de acabar el cole, mis hijas trajeron a casa un decálogo donde se nos hace tomar conciencia de la dificultad que existe hoy en día, de no caer en los roles que el Patriarcado estipula para niños y niñas, la sociedad del futuro. Una propuesta que desde aquí aplaudo y que a mi, personalmente me ha hecho reflexionar. Pasa que aquí se mezclan varias cosas.
El juego es fuente de aprendizaje y desarrollo de las relaciones sociales, y el hecho de limitar unos juguetes para él y otros para ella, no sólo empobrece nuestra manera de pensar, sino que nos limitan como personas.
¿Pero somos los padres conscientes de este encasillamiento? La mayoría de nosotros ni nos tomamos la molestia de cuestionarlo; es lo que hay! Porque orientarlos en la elección de un juguete también es educar. Papa Noel trajo un bebé con biberón para mi hija pequeña. Fue algo que pasó desapercibido para mi, hasta que caí en la cuenta del sentido del biberón. Le expliqué a mi hija que ella nunca tomó biberón, sino el pecho, y que ese biberón debía ser para el agua. Mi hija se puso al bebé al pecho, tal como yo hacía con ella. Es interesante observar los mensajes subliminales que se esconden detrás de juguetes aparentemente inocuos. Videojuegos violentos, mega pistolas y arcos, muñecas con cuerpos moldeadísimos, bebés con biberón…
Porque además, las niñas o niños que no se ven reflejados en el espectro rosa-azul, se sienten raros, como si no encajaran. Y aquí es donde entramos los padres. Porque si nuestro hijo se siente escuchado,apoyado en sus gustos y manera de sentir, el problema no va a ser la elección del juguete. De hecho, los mejores juguetes somos los padres, si nos damos el tiempo para jugar con nuestros hijos. Además de reforzar los vínculos afectivos. Una caja grande de cartón donde ellos puedan pintar libremente, también es un magnífico juguete. Menos es más.