Vagón de un tren de cercanías en Barcelona, aunque podría ser cualquier transporte público de cualquier ciudad.
En la foto se muestra una radio antigua, de las de «toda la vida», de esas que los niños y niñas miran como si de un objeto de otro planeta se tratara. Sujeta por manos arrugadas, con surcos de esos que te da la vida cuando te la tomas en serio. Es radio se encontraba rodeada de tecnología de ultima generación, teléfonos grandes, que iluminan la cara de un color azulado a sus dueños. Teléfonos inteligentes les hemos llamado.
Pero resulta paradójico que lo más inteligente fuera esta mujer con su radio antigua, la única persona que percibió (incluida su madre), más rápida que cualquier Whatsapp o Facebook, la incomodidad, la angustia de una nene de poco más de 2 años, atado a un carro que no lo permitía moverse.
Serena y tranquila, como solo puede una persona cuando está alineada consigo misma, apagó su vetusta radio y comenzó a interactuar con el crío, mientras las demás personas seguían entregadas a sus móviles, completamente desconectadas de las emociones más cercanas.
Nuestros super-móviles tienen una opción donde nos dicen cuantas horas de pantalla hemos usado en un día, que suele estar entre 2 y 5 según los estudios (más de 3 horas de media). Te atreverías a contar el tiempo que le dedicas a tu hijo/a? , el tiempo de verdad, en el que hablas y le escuchas.
Ainoa dice
Así es. Soy yo la primera que me reconozco enganchada al móvil. De forma que si salgo de casa sin el móvil vuelvo a por el. Otro llenador de vacíos y soledades que cuesta tanto llevar a la conciencia.
Montse dice
Así es, Ainoa, yo cuando salgo de casa con el 20% de batería, me santiguo y digo: ¡Que sea lo que Dios quiera!