Los miedos son comunes en la infancia desde terrores nocturnos, pesadillas, miedo a ir al colegio, de quedarse solo y nos acompañan en nuestro desarrollo.
Algunos miedos se transforman en fobias en los adultos, son más crónicos y no son nada más que miedos desplazados.
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La mayoría de las cosas que hacemos son por miedo, el miedo nos paraliza.
También puede ocurrir que el miedo lo mandemos a la sombra, entonces no desaparece, parecemos seguros, de manera falsa y parece que nos atrevemos a todo, pero no desaparece. Podemos actuar sin miedo, pero aparecerá durante la noche a través de las pesadillas y el sonambulismo
En los bebés y los niños los miedos tienen una función fisiológica. Por ejemplo, el reflejo del moro en recién nacidos o respuesta de sobresalto, es normal y deseamos que esté presente porque nos muestra que el bebé tiene un desarrollo normal y empieza con el miedo a caerse. Entonces tiene esa reacción sana de aferrarse a alguien que es un instinto de supervivencia que nos hace reaccionar.
Los niños tienen siempre presente el miedo al extraño tanto en el cuarto mes, como en el octavo y también al año, es cuando van cogidos a la falda de mamá. Lo vemos cuando van a un cumpleaños algunos tienen miedo y tardan un tiempo a adaptarse.
También si alguien los coge en brazos y no lo conocen, lloran, esto es el desarrollo normal. Son miedos sanos y los papás pueden acompañarlos de una forma normal. Lo mismo con el miedo a la muerte a partir de los 6 años, las pesadillas, los terrores nocturnos, todo eso es la señal de que lo que vivo diurnamente en mi vida diaria y tiene más o menos tensión y hace que ese estrés que siento como niño lo voy asimilando y elaborando por la noche. No se puede evitar que un niño tenga pesadillas, es sano lo que hay que hacer es acompañarlo.
Y es importante lo que nombramos los padres, como lo acompañamos, si lo descalificamos diciendo que “eso no existe o eres un miedoso”, o si realmente podemos tomarlo como algo real que siente el niño en ese momento. Pero tampoco significa que va a transformarse en un fóbico.
Hay una cronología de los miedos que está estudiada, se sabe cuales son los miedos normales a los que hay que acompañar y los que no lo son tanto.
De los 0 a los 2 años los miedos a los ruidos fuertes, los bebés se asustan ante el ruido. También cuando van a caerse y pierden el apoyo. El ruido excesivo los asusta. También el separarse de mamá o de las personas conocidas, tienen miedo a los extraños y miedo a los animales.
De 3 a 5 años miedo a separarse de sus padres, suele coincidir con la época de llevarlos a la guardería y las que funcionan bien piden que se quede una persona de referencia para acompañarlos. Miedo oscuridad, a los seres sobrenaturales. Al “coco” al hombre del saco.
De los 6 a los 12 años temen a la muerte, a la separación de las personas conocidas y a las enfermedades y al daño físico.
De los 13 a los 18 cuando somos adolescente miedo a no ser queridos por los otros, a no ser aceptados, al fracaso.
Visto behachísticamente las sensaciones no son buenas ni malas. El miedo tampoco es bueno ni malo, el miedo es. Hay un miedo en las etapas de la vida que son completamente naturales y de supervivencia, y luego otros más patológicos que quedan enquistados y no nos permiten vivir.
A los consultantes les explicamos lo de la noche y las necesidades básicas del bebé Genéticamente somos iguales que los niños y bebés del Cromañón, tenían el mismo miedo en su cueva que un niño hoy en día.
En nuestra memoria genética hay un miedo a los depredadores, realmente si no tenemos un adulto cerca que nos esté tutelando, la sensación es que nos va a comer cualquier bicho. Eso es así. Entonces la vivencia del niño, no es que estoy entre algodones, en una habitación pintadita de azul, con nubes, a tres metros del cuarto de mi madre, es que estoy solo completamente, en la selva y cualquier bicho va a venir y me va a comer. Esta es la vivencia. Si mi madre me está diciendo con un osito de peluche “ves tu tienes a Teddy que está ahí contigo, no te va a pasar nada” el bebé la sensación es de muerte realmente. Se dice yo no tengo ningún adulto que me vaya a defender y me van a comer.
Esto es lo que luego se va enquistando porque los adultos tenemos la idea de que de día se lo damos todo a nuestros hijos y tienen la mayor protección, pero no sabemos porque, pues es un sinsentido, por la noche los dejamos completamente solos. Si tuviéramos mayor conocimiento de la fisiología del ser humano nos daríamos cuenta de que eso no es así. La noche es el momento de mayor vulnerabilidad para los seres vivos y los dejamos solos. Visto desde la BH no tiene sentido.
Entonces el bebé se va sobre adaptando de una forma o de otra, haciendo lo que puede con lo que luego se convierte en miedo patológico. Es lo que a día de hoy va actualizándose y generando situaciones en las que no mando yo, no dirijo mi vida, sino que es mi miedo quien dirige mi vida. Hacer esperar a un bebé que son cronos sensibles, y lo que necesitan es ahora mismo, aquí y ahora, es terrorífico. Dar enseguida a los padres nos supera porque no lo hemos recibido y no lo sabemos ofrecer. Cuando un bebé quiere mamá, brazos y le hacen esperar para que se acostumbre, la sensación es de muerte, lenta, pero muerte del ser esencial, del alma. Entonces decidimos no llorar, o enfermarnos y hacemos mil tácticas para que mamá nos mire.
Los miedos forman parte del crecimiento, pero tienen que estar acompañados. Estar con él niño, decir que nosotros también teníamos miedo, dar la mano, abrazar, acompañar, los miedos no son malos, sirven para acomodarse a la vida, vamos creciendo, tenemos nuevos retos, pero si los podemos traspasar, tendremos la gran alegría de que los hemos traspasado. Y funcionaremos desde otro punto. Un punto sin miedo. No tendremos el miedo en el cuerpo. Seremos seres conectados con nuestro ser.