Seguimos con el tema de Sexualidad, vocación y vitalidad, part II.
Hacemos un breve comentario sobre la charla de Laura Gutman en Barcelona – “Contribuir a la Paz – desde lo Individual a lo Colectivo”. Y del encuentro entre terapeutas de Biografía Humana.
Empezamos por hacer un breve repaso de la energía que se llama libido: que es la capacidad de iniciar algo, elegir, arrancar, desear, poner pasión. Esta energía cuando no está encauzada o desplegada nos afecta en la vocación, la vitalidad y la sexualidad, donde se incluye la “genitalidad” – el sexo propiamente dicho.
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Esta energía primaria viene del maternaje que hemos tenido, la cantidad del cuerpo materno que hemos tenido de bebes. Allí ya estamos viviendo una voluptuosidad amorosa y energética y sexual que nos permite conectarnos con nuestro cuerpo y ir poco a poco construyendo nuestra sensorialidad, sensación corporal y deseo. Con el cuerpo de mamá, aprendemos sobre nuestro cuerpo y más tarde aprenderemos sobre el cuerpo y el deseo ajeno.
Como cortamos el deseo desde muy pequeños, nos cortan también nuestra sexualidad. Cuando no dejamos que nuestros hijos elijan nada, no les permitimos que se conecten con su cuerpo, sentir lo que les gusta o no, lo que les asienta bien o no, lo sabores, los colores, las comidas, las ropas, hasta decidimos cuando tienen frio, calor, cuando tienen de dormir y hacer pipi. No les permitimos entender lo que es su propio ritmo instintivo y lo que no. Damos varios ejemplos de como esto lo hacemos a diario a nuestros hijos, sin darnos cuenta. Esto es coartar esta energía sexual libidinal desde la infancia, la que nace con nosotros y que nos debe de servir para desplegar lo que venimos a hacer en este mundo. Es fundamental que yo pueda sentir con mi cuerpo lo que me gusta, lo que me va bien y lo que es mi ritmo, para poder integrar mi vitalidad energética, mi vocación, y mi sexualidad adulta.
Lo mismo ocurre con las primeras exploraciones sexuales en los niños, que no son genitales, pero los adultos proyectamos nuestras interpretaciones sobre ellos, nuestras mentes “sucias”. Así que, cuando nos deparamos con nuestros hijos, sobrinos o vecinos a tocarse, nos asustamos mucho y como no sabemos qué hacer, porque no tenemos nuestra sexualidad integrada, les castramos, le decimos que es algo sucio, prohibido y feo. Estas exploraciones son normales para estas edades, es una cuestión de ponernos en el lugar del niño y imaginar que significado tiene para ellos. Aquí nuevamente coartando la energía sexual.
La represión sexual nos ha dañado mucho a estos niveles con la imposibilidad y prohibición de poder acceder a nuestro cuerpo y explorar el placer. Antiguamente no podíamos ni hablar de este tema en la radio, esto nos recuerda Jordi.
Aquí empieza todo….Aquí ya estamos cortando el hilo que nos conecta a nuestro instinto y a nuestra intuición, a la capacidad de conocerme a mi mismo.
Claro, que cuando llegamos a adolescentes estamos sin saber lo que queremos y además nos acompañan las alteraciones hormonales típicas y que aún intensifican más este momento de angustia. El momento de la vocación de ser obligados a elegir una profesión sin tener ninguna idea de lo que nos gusta. Y somos castigados y regañados cuando no sabemos elegir. Una vez más, no hay un adulto que se ponga en nuestro lugar para entender de donde venimos.
Luego llegan las primeras experiencias sexuales, que a parte de no saber nada, no tenemos la energía disponible para sentir nuestros cuerpos y nuestro deseo, la energía que nos hace movernos. Empezamos a necesitar el criterio externo para poder decidir algo, buscamos los grupos de referencia y rechazamos la ayuda de nuestros padres. Entramos en el mundo adulto sin ningún entrenamiento de haber experimentado mi deseo genuino.
Por este motivo nos llegan adultos con con más de 35 años que aún no han podido disfrutar de una relación sexual plena, de entender como funcionan sus cuerpos.
La profesional Ana Salvia (https://es-es.facebook.com/anna.salviaribera) que da charlas sobre la sexualidad infantil, recomienda a los padres a que primero conozcan sus cuerpos y su placer y luego se acerquen a sus hijos.